viernes, 5 de julio de 2013

Lo que implica ser maestro

 

 

 

 

Ana Lucía Mendizabal 

amendizabal@siglo21.com.gt

Conlleva responsabilidades y  riesgos, que hay que estar dispuesto a enfrentar.


Ejercer el magisterio implica además de poseer conocimientos, una entrega física y emocional alta.
“Ser maestro es llevar en las manos una antorcha de luz encendida”, dice la primera oración del Himno al Maestro. Pero, ¿cómo se logra que esa antorcha no se apague?, ¿cómo se persevera en el afán de enseñar cuando las condiciones no son las ideales? Pues muchos lo logran, pero no siempre su salud física y mental sale bien librada en ese duro afán. Lo bueno es que a los retos del presente los sustenta la experiencia del pasado.
Cada vez más exigente
En Guatemala, esta profesión, que tradicionalmente no ha sido ni bien remunerada ni valorada, tiene cada vez más exigencias. Independientemente de que los cambios que a la fecha se promueven en cuanto a profesionalización se logren, los alumnos requieren de mucho más dedicación, actualización y tecnificación de parte de los docentes que los atienden.
La educadora María Eugenia de Solórzano explica que los primeros dos elementos que un maestro debe poseer son la vocación y la mística. Para esto se debe entender que un maestro debe serlo, solo si es lo que realmente quiere para su vida. Por ello, esa vocación debe estar sustentada con capacitación. Esto le ayudará al docente a mantenerse firme ante las tensiones propias de una realidad, muchas veces difícil en cuanto a recursos físicos, una sociedad que cambia constantemente y exigencias impuestas por el mundo que espera a sus alumnos.

Medidas preventivas
• No se aísle: el trabajo docente muchas veces lleva al maestro a solo interactuar con sus alumnos, por lo que muchos empiezan a sentir que los problemas que enfrentan son exclusivos de ellos. Cristina Alemañy recomienda compartir experiencias con otros profesores.
• Ayuda: si hay situaciones que siente que se le salen de las manos, lo mejor es que dé rápidas señales de alerta. Puede apoyarse en directores, supervisores y padres de familia.
• Distráigase: el problema de muchas profesiones de tipo social es que a quienes las ejercen les cuesta demasiado separar su vida profesional de la personal. El maestro no debe dedicar toda su vida al trabajo.
• Atiéndase: ataque la enfermedad antes de que aparezca, pero si esta ya empieza a instalarse, debe buscar ayuda de médicos o psicólogos.

Problemas físicos
La psiquiatra española Cristina Alemañy indica que otras dolencias frecuentes entre los maestros son las de la faringe, debido a que pocos han sido entrenados para saber usar su voz, y como deben hablar mucho llegan a lastimarse incluso las cuerdas vocales. 
Alemañy también señala que desde los años 1980 las investigaciones a nivel mundial demuestran que existe una relación entre el trabajo docente y trastornos de salud como problemas cardiovasculares, respiratorios, lumbalgias, cervicalgias, preeclampsia o úlcera de estómago, así como ansiedad y depresión.

Enfermedades
Demasiados alumnos y su falta de disciplina, que con frecuencia se traduce en faltas de respeto hacia los profesores; mala organización del centro educativo; excesiva burocracia administrativa y la falta de soluciones reales en el entorno educativo pueden ser causas de lo que el psicólogo estadounidense Herbert Freudenberger en 1974 conceptualizó como burnout, traducido como estar quemado.  Este síndrome se traduce en manifestaciones como:
Cansancio emocional: pérdida progresiva de energía y agotamiento.
Despersonalización: el contacto diario con la fuente de conflicto, el esfuerzo para vencerlo y la falta de recompensa desarrollan un sentimiento de distanciamiento respecto a los alumnos.
Falta de realización: respuestas negativas hacia sí mismo y hacia el trabajo. En muchos casos esta desmotivación llega al deseo de abandonar la profesión.


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