Aquí les dejo con los recuerdos de Rafael Barajas, rescatado
de La ciudad de hierro.
El Fisgón, cartonista.
Durante mi primera infancia viví en la Campestre Churubusco
cuando aún había vacas y magueyes (¿qué
es eso?) en lo que hoy es el Metro Taxqueña. Recuerdo que había muchas
áreas verdes y no le fallábamos diario al futbol por las tardes. La gente salía
de su casa para ver cómo se ponía el sol, y observar la manera en que
resaltaban a lo lejos el Popo y el Ixta (Se
refiere a los volcanes más representativos de México). En ese entonces
jugábamos en la calle y no había ni quién nos molestara.
La primaria la hice por el rumbo, en un colegio que estaba
entre Universidad y Rio Churubusco. Era una escuela francamente mala pero ahí
estaban todos mis cuates. Ahí teníamos un arenal en donde libramos verdaderas
batallas con la variante de los caballazos. Durante el recreo siempre se
organizaron peleas de box y desde entonces tengo débil el tabique nasal (y quizá desde entonces cartonista). Era
un deber de la población estudiantil el entrarle a las peleas. Si no entrabas
eras muy mal visto.
Al cine acudíamos casi todas las tardes. Los de cajón (imprescindibles, necesarios)eran La
Linterna Mágica y el Manacar. Mis amigos y yo asistimos a la inauguración de
este último y fue extraordinario ver La novicia rebelde. Aunque el gusto nos
duró poco porque esa misma película se estuvo proyectando a lo largo de dos
años y medio (Con los años: Ni las pelís se salvaron de
producción desechable).
Entre 1965 y 1966 viví en la colonia Cuauhtemoc. Y el sitio
tenía un chistoso sabor (ídem). Yo
jugaba con los hijos de varios refugiados españoles que habitaban por el rumbo.
Nos divertíamos mucho en un parque donde estaba un monumento a Carranza. Y como
mis compañeros de juego estaban politizados, en lugar de policías y ladrones
jugábamos a la burguesía contra el proletariado. A los villanos siempre los
representábamos como yanquis (gringos).
Frecuentábamos el cine Chapultepec y sólo de manera ocasional íbamos al Diana
porque costaba ocho pesos, que ya era una suma considerable. La mayoría de las
veces la pasábamos en el Lido o el Regis porque ahí daban programas dobles (hasta que también los dueños de los cines se
dieron cuenta que los cinéfilos son sumisos).
Nota.- Los asteriscos son del bohemio Elan Aguilar. *Por mi madre bohemios es en memoria del querido y entrañable Carlos Monsivaís.
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