Salvador Camarena
México
5 AGO 2012
Dirán que este 5 de agosto ha muerto en Cuernavaca, Morelos, Isabel
Vargas Lizano, nacida en 1919, natural de Costa Rica, referente de la
canción mexicana, amiga de grandes artistas del siglo XX, cantante de
oficio y dueña de un sentimiento que conquistó ambos lados del
Atlántico. Pero la verdad es que Isabel Vargas Lizano, mejor conocida
como Chavela Vargas, la voz que trascendió rancheras, boleros, corridos
revolucionarios, tangos y canciones cubanas para forjar un estilo dulce y
desgarrado, hondo y bravío, macho y femenino… la verdad es que no ha
muerto, solo ha comenzado esta noche de agosto su balada inmortal.
Chavela era como los toreros, siempre se despedía y siempre
regresaba. No se le dio la gana morirse en su último viaje a España,
cuando el 12 de julio fue ingresada en el hospital por agotamiento.
Los peores augurios tuvieron que esperar. Pisaría de nuevo México. Todo
fue aterrizar para que comenzara el canto chavelesco: “Ya vine de donde andaba, se me concedió volver. A mí se me figuraba, que no les volvería a ver”. La letra de El Ausente fue el saludo que pusieron sus amigos en la cuenta de Twitter abierta a nombre de la Vargas.
“México lindo y querido, qué bello es volver, qué bello es respirar tu
aire y ver la luna junto al Chalchi. México creo en ti”. Del Chalchi, su escarpada montaña de Tepoztlán, se despediría el 30 de julio, cuando se la llevaron al hospital donde dejó de respirar a los 93 años.
No la venció el alcohol ni el olvido. No se perdió en la fama ni en
los recuerdos. Mostraba la misma pasión por los grandes que por las
simples cosas. Le aburría que le preguntaran por Frida Kahlo, pero le
divertía recordar, de buenas a primeras, lo que vivió con la pintora y
con Diego Rivera al poco de haber llegado a México.
“Me invitaron a una fiesta en su casa. Y ya me quedé, me invitaron a
quedarme con ellos a vivir y aprendí todos los secretos de la pintura de
Frida y Diego. Secretos muy interesantes que nunca desvelaré, jamás. Y
éramos felices todos. Éramos una gente que vivía día con día, sin un
centavo, tal vez sin qué comer, pero muertos de la risa. Todo el tiempo.
Me fui acostumbrando a ellos, acostumbrándome a sus costumbres”, le dijo Chavela a Pablo Ordaz, de EL PAÍS, en abril de 2009, fecha en que celebró sus primeros noventa años.
Chavela Vargas con su poncho rojo y su collar chamán.
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